viernes, 28 de agosto de 2009

Butterfly Effect



-Y por último dime. ¿Nunca has sentido ganas de cometer un acto de gran repercusión? No dejará a nadie indiferente. Sentirás las dulces cosquillas del odio y el rencor tras tus orejas. Miradas fulminantes en tu nuca cuándo caminas por la calle... y tal satisfacción, mayor es el placer de lo prohibido. Si tanto te importaba podrías haberlo dicho ¿no crees? Púdrete dulcemente en mi olvido.



Efectos a gran escala.

martes, 25 de agosto de 2009

-Es el dulce desequilibrio lo que me mueve, de un lado a otro, más tarde doy vueltas, como un tiovivo, cada vez más rápido, más rápido... mil imágenes se funden en un torbellino lleno de color, pero mis ojos se cierran y el caos abita ahora en mi interior. Y da vueltas, y vueltas... mi mente comienza a sentir un sopor entonces, mi cuerpo deja de ser fácilmente manejable, moverse requiere un gran esfuerzo, y ese esfuerzo una vez hecho, elimina toda sensación anterior.

lunes, 24 de agosto de 2009

Dolor, dolor, dolor, dolor

Dolor, dolor, dolor y dolor el que martilleaba su sien desde que todo aquello había pasado. Un torrente de penasmientos amenazaba con desbordar al tiempo que recorría la distancia del ascensor a la habitación. En breves, todo aquel mar se embravecería para que luego su mente lo drenara finalmente. Aquello acabaría, para bien o para mal, no más dudas, no más sentimientos, quizá.
Tragando saliva, empujó la puerta, con temor observó a la figura postrada en la cama. Había cerrado los ojos al entrar ella, fingiendo sopor, sueño; sintió hervir su sangre, otra vez más. Lo miró fijamente, más allá de aquellos párpados y aquella respiración fingida acompasada él trataba de huir de sus palabras, de aquellas palabras que decantarían por fin la balanza.
-Abre los ojos- susurró con voz vacía, intentando mostrar una cara de póquer, neutral, mas el disgusto y la tristeza ya eran demasiado difíciles de maquillar.
Casi al instante el bulto bajo las sábanas blancas se enderezó, asumiendo la derrota. Al momento un joven de pelo alborotado y mirada vacía se hallaba sentado en la dura cama de la clínica. Su aspecto, totalmente demacrado, le hacía envejecer demasiado a los ojos de los demás. Aquella mirada carente de sentimiento reposaba ahora en ella, en su cara se reflejó una pequeña sonrisa torcida, lejos de expresar nada a la receptora que aceptó por fin que la tormenta total se acababa de desatar.
-Yo...- dijo suavemente paseando ahora su mirada por los azulejos de la habitación- creí que eras otra persona, ya sabes... estoy cansado y no me apetecía hablar con nadie- mintió rezando porque sirviera de algo, la miró con inocencia entonces, para comprobar que no había tenido resultado.
Ella cerró los ojos, apretando los labios, reteniendo las lágrimas que habían hecho aflorar aquellas palabras. Las de siempre, esas excusas, más tarde los vagos intentos de haerle ver que ella "era diferente". Abrió aquellos grandes ojos negros y lo miró con seriedad.
-Ya no quiero saber si es lo que tú deseas en este momento o no- el nudo en su garganta pareció aflojarse- he pasado días y días preguntándome por qué me he tenido que enterar por mi mejor amiga de que estás en el hospital. Intentaba excusarte ¿sabes? - paró al sentir su voz rompiéndose, pero el nudo de su garganta se aflojaba, la tensión, todo aquel peso sobre su espalda parecía desaparecer al ritmo de cada palabra- "Se sentirá mal", "no querrá tener a más gente en la habitación", "él siempre ha sido así"... Pero no, desde que todo esto empezó esa ha sido mi morfina, excusas poco creíbles para anestesiar todo el dolor...- su cuerpo comenzó a temblar, hundió la cara entre sus manos, luchando por no llorar en su presencia. Una vez perdida la batalla se sentó en la cama cuidándose de darle la espalda. Él hizo un amago de acercarse a abrazarla, pero jamás habría estado tan ciego como para darse cuenta de que no era un buen momento, de que su tacto no era lo que quería ahora, sólo una explicación certera, sólo la verdad. Se mordió el labio inferior mirando por la ventana las nubes grises.
-Sabes que para mí todo esto es difícil... siempre te lo he dicho, yo...- nuevamente su voz estaba lejos de expresar algo, únicamente eran palabras escogidas al azar, pero como siempre, meras excusas como las que su mente redactaba.- Te dije que esto sería difícil.
Alzó la cabeza entre sus manos, el cabello ligeramente despeinado, los ojos rojos y la cara demacrada surcada por gruesas lágrimas. Unos dientes blancos apretados y una mirada qué preguntaba únicamente por qué. Pero no lo miró, sentía que si lo miraba sentiría nuevamente aquella compasión y jamás acabaría aquello, había decidido zanjar y se juró que lo haría. Entre dientes comenzó otra vez, tambaleándose ligeramente al borde de la cama, y resistiendo con desesperación la tentación de tirarse de los mechones de cabello, deseando que el dolor físico calmara por fin aquella ansiedad que la acompañaba en todo momento.
-Siempre, siempre he sabido que todo esto sería difícil. Día tras día lo di todo para hacerte sentir bien. Siempre intentando mostrarte mi presencia si ahogarte, mostrarte y demostrarte que lo que siento por ti es lo suficiente fuerte para no renunciar- él abrió la boca, quizá para decir que sabía todo aquello , pero un gesto rápido le indicó que esperara al final. Si paraba ahora, seguramente no reuniría las fuerzas para volver a empezar.- Antes de comenzar con todo esto. Me esforcé en no esperar nada por tu parte, resistir el golpe si esto salía mal. - Suspiró.- Ha pasado un año. Despertándome con la esperanza de que sería ese día en el que me dijeras algo, me apretaras la mano cuándo vieras mis fuerzas flaquear, un "me importas", un simple agradecimiento... algo. Nunca, nunca he esperado un "te quiero". Conozco toda tu historia, he comprendido tu dolor desde el principio, he luchado por verte mejorar. Pero quizá he fallado ¿no crees?- rio amargamente- al fin y al cabo, en el fondo, siempre he esperado que acabaras por quererme lo más mínimo, no sé como he podido ser tan idiota- agitó lentamente la cabeza de un lado al otro, negando.
-No, no, espera, escúchame- la voz del chico sonó más alta, más pasional que la vez anterior, pero nuevamente mus lejos de cualquier sentimiento. El nuevo halo de frialdad pisoteó cien veces su alma y avivó el viento de la tempestad, cada vez más cerca de terminar, y volvería la calma, la tranquilidad. Quizá en el fondo muy hondo del mar, pero de aguas calmadas, no más olas que intentaran ahogarla.- Yo... claro que agradezco todo lo que has hecho, claro que...- su voz se apagó por un instante- claro que aprecio todo eso, pero aún necesito tiemp...
-¿Tiempo?- lo interrumpió con voz amarga, escupiendo toda aquel mal que abitaba ahora en su interior- prometí darte todo el tiempo - se mordió el labio con rabia, rasgandom la piel, comenzó a sentir una sangre tibia aflorar, pero no sintió más dolor, se levantó y caminó hacia la ventana. La luz de aquel día gris apenas iluminaba la estancia- yo... ya no sé en qué apoyarme ¿sabes? No pude evitar esperar algún progreso, un mínimo progreso. "Tres meses es poco" - imitó su propia voz con un toque infantil- y cuando fueron seis me dije "seguro que ya falta menos" - rió nuevamente mientras sus lágrimas volvían a brotar- pero en todo este tiempo, no he recibido la más mínima prueba de crear una ínfima repercusión en ti. Y me decía "para él es difícil expresarlo" o "no debo presionarlo" o cualquier sinónimo que me ayudara a dormir por las noches. Pero, ¿y si desapareciera? Dime si llorarías, si sentirías pena - volvió su miraba hacia aquel pelo alborotado, que observaba el suelo con pesadumbre- ... ¡dios!- gimió golpeando la pared con mos puños antes de comenzar a llorar nuevamente. - ¿Por qué? - le gritó ya- dime tan sólo por qué. ¿Qué he hecho mal? En qué momento me hice merecedora de tanta frialdad, cada día posabas en mí tu mirada vacía, me perseguía por las noches. Me veía a mi misma soltándote todo esto hace mucho tiempo, pero por la mañana me enfadaba conmigo misma por mi poca paciencia, por no comprender tu dolor... - hizo una mueca de asco, el estómago vacío comenzó a revolvérsele, tenía ganas de perder la consciencia, de morir, zanjar aquella conversación sin más palabras que las que pudiera dar la muerte al venir a buscarla. "Ella se viene conmigo" quizá, irse sin tener que decir adios... .
Se dio la vuelta para mirarlo, aquella podría ser la última vez y lo sabía. Suspiró y se secó la cara con las mangas de raído jersey.
-Así que ahora dímelo, por favor. Dos únicas palabras. -ambas miradas rogaban ahora. Una pedía de rodillas, aún estando de pie, la otra suplicaba no tener que lelgar a aquel final. Pero ya era tarde, desde que aquella puerta se había abierto, desde que él había decidido reconocer que estaba despierto, el final de la tormenta estaba escrito ya, para bien o para mal.- Dímelas y te prometo amarte hasta el día en que estés preparado para decírmelas otra vez. Únicamente dos palabras y te prometo esperar de la forma que te sea que cicatricen tus heridas - tomó aire, pequeños espasmos subían por su espalda, sus labios temblaban y las lágrimas comenzaban a nublar su vista otra vez- por favor, sólo dilo.
Pero el silencio habló por si mismo, los ojos del chico se cerraron, intentando expresar un mínimo dolor, pero aquel dolor se acercaba más al arrepentimiento por no haber continuando fingiendo aquel sopor. Los minutos se fueron sucediendo, ambos continuaron quietos. ninguno habría querido aquel final inevitable, pero algunas veces el destino estaba para eso, para reirse de ti.
Ella asintió con los ojos cerrados, dándose por vencida por fin. Bandera blanca, las aguas se calmaron y todo aquel profundo dolor que había convivido con las aguas comenzó a salir fuera poco a poco.
- Gracias - susurró al fin. Se miraron por última vez, con pena, él comenzó a articular una respuesta pero ella negó con la cabeza- no te preocupes, ya lo siento yo por los dos- terminó, soltando en aquella frase toda la armargura acumulada. Caminó hacia la puerta y salió, quedándose apoyada contra la pared un rato, con el fin de recomponerse pero lejos de conseguirlo aún.

He de reconocer ahora, que en el fondo, tuve la esperanza de que su mano m impidiera marchar en aquel momento, aunque sin palabras, quizá sólo salir a buscarem. quizá una llamada perdida al día siguiente, quizá un "dame otra oportunidad"... pero la morfina en mi mente se había agotado hace tiempo y todas aquellas excusas resultaron retazos de todo lo no-vivido a lo largo de aquel año.

viernes, 21 de agosto de 2009

Experimento

Los días, las horas, se sucedían con la velocidad de esos coches que queman la calle de madrugada. El tiempo se sucedía mirando cuatro paredes deseando encontrar la canción que te ayude a llorar, y deseando que llorar sirva de algo esta vez. Con rabia verse retoceder a cada paso, observar como las nubes ocultan los rayos de sol fugitivos que aparecían cada mañana en aquel negro horizonte. Dia tras día, noche tras noche, buscar lágrimas que no encuentran razones para aparecer. Porque no las hay, existieron en el pasado pero se han enterrado.Entonces ¿por qué quieres llorar?
Y ahora mismo puedo presumir de haber tomado la decisión acertada. ¿Qué han pasado... veintitrés horas? ¿Un día, quizá? Seguramente no sea capaz de explicar la alegría que recorrió mi cuerpo en ese momento, la liberación, esas ganas de volar alto, muy alto, y muy lejos. Pero esta vez, no ir sola. No me dejes sola, por favor.



Exactly, I like you now.

-Quiero un vikingo, un vikingo que me proteja con su cuerpo del frío y el mal de la sociedad moderna que únicamente se preocupa por su propio bienestar sin pararse a pensar en que pueden pisotear a pequeñas damiselas en apuros como yo. (Levantando una mano a lo Hamlet)
-¿Un vikingo? ¿Qué estás diciendo? (visiblemente sorprendida)
Sííí! Tan sólo imagínalo tomándome en brazos durante una tormenta de nieve, perdidos juntos en algún lugar de Islandia, declarándonos nuestro amor eterno al tiempo que los grandes osos polares nos acechan en los más recónditos rovecos. ( mira soñadora al horizonte lleno mientras la luz de las estrellas ilumina sus ojos brillantes)
- Disculpa, pero me cuesta bastante imaginarlo. (apartándose disimuladamente)
- ¡Espera! (da un brinco y toma papel y lápiz. Al instante se oye el murmullo rápido del carbón en el papel) ¿Qué tal así?
-Mucho mejor. (Asintiendo) Para ser un boceto, te ha salido muy bien (murmura admirada mientras continúa asintiendo).
- Osino, imagínanos aquí, en una de estas frías noches gallegas (no ha oído nada de lo que ella ha respondido) caminando por el Casco Vello. Un borracho nos atacaría entonces y él lo lanzaría por el aire... (junta las manos bajo la barbilla como si estuviera rezando mientras sus ojos brillan aún más) o mejor (se levanta de un salto) me protegería con su cuerpo y de un gruñido haría que se alejaran (camina suavemente por la habitación dejando los brazos planear a su espalda). Imagínate que el yonki sacara un cuchillo (volviéndose hacia ella, con las manos abiertas a los lados de la cara como si estuviera al acecho, los ojos ojos muy abiertos y cara de concentración) intentaría clavárselo, pero su piel dura como el acero resistiría el golpe y sin mediar palabra volvería a su dueño.
- Sin duda (visualizándolo ahora).
- Aaaay (suspira, soñadora.).
- Yo también quiero un vikingo (sus ojos también brillan ahora).










Este texto va especialmente dedicado a Lenashka (:


miércoles, 12 de agosto de 2009

Las miradas se entrecruzaban cada día, a cada hora, en el mismo tren. Amor y odio se encontraban, nunca viajaba la indiferencia a las doce de la mañana.Pero aquella no era más que una mirada rutinaria. En poco tiempo, quizá un mes, como mucho, los sentimientos se enfriarían, como siempre pasa. La llama que había mantenido aquella chispa en sus ojos, de amor o odio, se terminaría apagando. Dejando lugar a aquella falsa indiferencia, a aquellos comentarios ahora vacíos para mantener las apariencias. "Te odio","te quiero", se encontrarían y pasarían a significar lo mismo, nada.
Con el dulce paso de los segundos, se formaron días y suaves brisas que hacían flaquear aquellas llamas. Ya no eran pasos rabiosos los que la conducían al vagón ni espasmos los que la llevaban a levantar una mirada oscura hacia la figura siempre sentada al fondo del vagón. La sangre hirviente ya no le hacía cosquillas en la espalda, los dientes no se juntaban y su ceño ya no se fruncía. Su mirada reposaba ahora en los edificios que se sucedían en las ventanas, sus pensamientos vagaban buscando formas en las nubes. Y la figura al fondo del vagón ya no la observaba.

Y su corazón ya no latía como antes, ya no pedía a gritos su nombre. No buscaba cien veces su cara entre la multitud, no esperaba su llamada. Ya no. Su vida ya no era importante, nada más que otra más, y en el fondo deseaba poder mirarla. Y de su boca hacía salior los suspiros de antaño, las palabras bonitas al describirla, pero el mismo notaba la falta, el amor dejando paso al recuerdo, aunque el recuerdo no sea bienvenido.
Ya no me quieres, acéptalo.





  • Demasiada mala costumbre hay de atarse a los sentimientos ¿nadie se ha dado cuenta de que siempre desaparecen?