Entramos en la tienda, respetando la distancia de seguridad, por supuesto, cada uno asegurándose de que nuestras manos no entraran en contacto. Me acerqué casi de un salto a las bandas de guitarra, tocándolas para tener ocupadas las manos; comencé a hacer comentarios absurdos, intentando romper el silencio, sentía la incomodidad en el ambiente, la tensión.
-¿Has visto esta? Militar, hum... me encanta, muy heavy ¿no crees? - exclamé a trompicones. Agarré otra- ¡Dios! ¡Terciopelo rosa! En serio, lo amo - levanté la banda como un trofeo- soy una verdadera hortera - solté una risotada y sonreí al dependiente.
Me escurrí entonces entre las filas de guitarras y bajos, sintiendo la sombra de su presencia en la espalda. Escalofríos inexistentes imaginaba recorriendo mi espalda. Seguí hablando, intentando espantar así al tensión del ambiente.
-Adoro las Jackson, son geniales, tienen un... - me quedé en blanco y lo miré forzando una sonrisa- ¡un tacto estupendo!
-¡Sí! Pero... ya sabes, las pastillas son... una bazofia, una verdadera bazofia- pasó la mano por una de las guitarras que colgaban- aunque bueno, se pueden cambiar y punto- sentenció.
- Sí, se pueden cambiar, sin duda...- callé dándome cuenta de lo estúpido de la situación- lo demás lo compensa, ya sabes.
Pasé la mano por la guitarra más cercana a mí, nada más sentir su mirada en la nuca pegué un saltito y seguí con mi apurado camino entre las filas de instrumentos. Algo en mi interior me hacía hablar, decir cosas sin sentido, miraba hacia todas partes, buscando cualquier inspiración para mis palabras.
- Las Gibson en cambio no me gusta - hice una mueca mirando las estanterías más grandes de guitarras de curvas suaves- a mí en que me gustaba era Slash, séeeh...- anuncié con voz de camionero salido- tenía un puntazo. Ya sabes, bolsa en la cabeza...- reí de mi intento de chiste.
- Yo hubiera preferido las drogas directamente- continuó bromeando, pude imaginarlo encogiéndose de hombros al tiempo que miraba al techo.
Noté su cuerpo muy cerca, unas ínfimas descargas eléctricas discurrían por mi médula, un nuevo arrebato me hizo girarme hacia él mostrando la mejor de mis forzadas sonrisas.
- Voy a preguntar cuánto vale el ampli, que me entretengo- eché a andar hacia el dependiente huyendo de lo que atrás me esperaba, mas estaba segura de que venía a mis espaldas. Su voz me corroboró.
- Sí... yo voy a preguntar cuanto vale aquella de allí- apareció en mi cabeza su gesto, señalando con la cabeza aquella guitarra, él sabía el precio, era todo soberanamente ridículo.
Una vez contestadas las dos preguntas, ambos nos miramos con cara de póquer. Me daba ganas de huir lejos, fingí la mejor de mis sonrisas y mientras yo desviaba la mriada hacia la puerta vi por el rabillo del ojo como preparaba su boca para decir algo.
- ¡Vamos a tomar algo! - solté al instante- prometo llevarte al sitio del que te hablé, hoy estará abierto, lo juro, jajaja- me dirigí hacia la salida.
- Sí, jaja, ya va siendo hora, eh- contestó casi superando mis intentos de falsa comodidad.
Caminamos muy rápido, en nuestra pequeña maratón particular, cada uno parecía querer adelantar al otro, pero en el momento en que nos situábamos a la par uno de los dos lo evitaba, acelerando o frenando, dejando nuevamente aquella distacia de seguridad que jamás había existido antes. Calle a la izquierda, calle a la derecha llegamos a la puerta de nuestro destino, aceleré el paso para poderla cruzar antes y no tener que soportar su mirada a mis ojos nuevamente; me colé dentro setándome en la mesa más iluminada, cerca de los altavoces, cerca de la tv, cualquier cosa que sirviera para romper el ambiente.
- Oye... - susurró en el momento en que acababa de sentarse en la silla a mi lado, al momento tomé la carta abriendola ante mis narices.
- El batido de capuccino está genial - reí -pero no sé si es lo que quiero hoy...
- Lil...- susurró mirándome.
- ¡El de vainilla, el de vainilla es estupendo! Una sensación orgásmica en el paladar...- susurré riendo incómodamente pero todo fue ahogado en el momento en que lo miré a los ojos. Bajé la mirada avergonzada de todas aquellas frases estúpidas impidiendo sus palabras.
Sentí su mano en el mentón, levantándome la cara con suavidad, sus labios abrazaron los míos. Tuve que hacer aquel gran esfuerzo otra vez, desechar de mi mente aquel pensamiento de que éramos dos piezas de un puzzle, encajábamos, nuestros labios encajaban... mis dedos lo empujaron con suavidad, sólo un roce débil, suficiente para hacerlo marchar.
- Lo siento... - susurré- no.
-¿Has visto esta? Militar, hum... me encanta, muy heavy ¿no crees? - exclamé a trompicones. Agarré otra- ¡Dios! ¡Terciopelo rosa! En serio, lo amo - levanté la banda como un trofeo- soy una verdadera hortera - solté una risotada y sonreí al dependiente.
Me escurrí entonces entre las filas de guitarras y bajos, sintiendo la sombra de su presencia en la espalda. Escalofríos inexistentes imaginaba recorriendo mi espalda. Seguí hablando, intentando espantar así al tensión del ambiente.
-Adoro las Jackson, son geniales, tienen un... - me quedé en blanco y lo miré forzando una sonrisa- ¡un tacto estupendo!
-¡Sí! Pero... ya sabes, las pastillas son... una bazofia, una verdadera bazofia- pasó la mano por una de las guitarras que colgaban- aunque bueno, se pueden cambiar y punto- sentenció.
- Sí, se pueden cambiar, sin duda...- callé dándome cuenta de lo estúpido de la situación- lo demás lo compensa, ya sabes.
Pasé la mano por la guitarra más cercana a mí, nada más sentir su mirada en la nuca pegué un saltito y seguí con mi apurado camino entre las filas de instrumentos. Algo en mi interior me hacía hablar, decir cosas sin sentido, miraba hacia todas partes, buscando cualquier inspiración para mis palabras.
- Las Gibson en cambio no me gusta - hice una mueca mirando las estanterías más grandes de guitarras de curvas suaves- a mí en que me gustaba era Slash, séeeh...- anuncié con voz de camionero salido- tenía un puntazo. Ya sabes, bolsa en la cabeza...- reí de mi intento de chiste.
- Yo hubiera preferido las drogas directamente- continuó bromeando, pude imaginarlo encogiéndose de hombros al tiempo que miraba al techo.
Noté su cuerpo muy cerca, unas ínfimas descargas eléctricas discurrían por mi médula, un nuevo arrebato me hizo girarme hacia él mostrando la mejor de mis forzadas sonrisas.
- Voy a preguntar cuánto vale el ampli, que me entretengo- eché a andar hacia el dependiente huyendo de lo que atrás me esperaba, mas estaba segura de que venía a mis espaldas. Su voz me corroboró.
- Sí... yo voy a preguntar cuanto vale aquella de allí- apareció en mi cabeza su gesto, señalando con la cabeza aquella guitarra, él sabía el precio, era todo soberanamente ridículo.
Una vez contestadas las dos preguntas, ambos nos miramos con cara de póquer. Me daba ganas de huir lejos, fingí la mejor de mis sonrisas y mientras yo desviaba la mriada hacia la puerta vi por el rabillo del ojo como preparaba su boca para decir algo.
- ¡Vamos a tomar algo! - solté al instante- prometo llevarte al sitio del que te hablé, hoy estará abierto, lo juro, jajaja- me dirigí hacia la salida.
- Sí, jaja, ya va siendo hora, eh- contestó casi superando mis intentos de falsa comodidad.
Caminamos muy rápido, en nuestra pequeña maratón particular, cada uno parecía querer adelantar al otro, pero en el momento en que nos situábamos a la par uno de los dos lo evitaba, acelerando o frenando, dejando nuevamente aquella distacia de seguridad que jamás había existido antes. Calle a la izquierda, calle a la derecha llegamos a la puerta de nuestro destino, aceleré el paso para poderla cruzar antes y no tener que soportar su mirada a mis ojos nuevamente; me colé dentro setándome en la mesa más iluminada, cerca de los altavoces, cerca de la tv, cualquier cosa que sirviera para romper el ambiente.
- Oye... - susurró en el momento en que acababa de sentarse en la silla a mi lado, al momento tomé la carta abriendola ante mis narices.
- El batido de capuccino está genial - reí -pero no sé si es lo que quiero hoy...
- Lil...- susurró mirándome.
- ¡El de vainilla, el de vainilla es estupendo! Una sensación orgásmica en el paladar...- susurré riendo incómodamente pero todo fue ahogado en el momento en que lo miré a los ojos. Bajé la mirada avergonzada de todas aquellas frases estúpidas impidiendo sus palabras.
Sentí su mano en el mentón, levantándome la cara con suavidad, sus labios abrazaron los míos. Tuve que hacer aquel gran esfuerzo otra vez, desechar de mi mente aquel pensamiento de que éramos dos piezas de un puzzle, encajábamos, nuestros labios encajaban... mis dedos lo empujaron con suavidad, sólo un roce débil, suficiente para hacerlo marchar.
- Lo siento... - susurré- no.