No quiero. No quiero. No quiero. No quiero. No quiero. No quiero. Tan sólo no quiero, me niego.
Me niego a que todo se quede aquí. Me niego a que niegues las cosas, o que las dejes volar, simplemente. Soy capaz de cortar sus alas, no las tuyas. Pero dime que el camino ha servido para algo. No quiero simples pasos, no queiro vagar. Necesito una dirección, la dirección.
Me niego a creer que todo este tiempo no ha sido más que eso, que las lágrimas derramadas fueron todas en vano. O que no existieron. Ya no sé qué pertenece a mi mente o a la absenta, y me da igual. Trastocada o no, la base de esta jodida realidad es la misma. Para ti y para mí. Y no la vas a camuflar otra vez. No vale, es trampa, maquillarla o girar la cara. Ahora te rodea, te rodeo, y ya no tienes por donde salir. Es cínico. Perverso. He ido tejiendo las redes de mis macabros pensamientos a tu alrededor y yo misma sé mejor que tú lo que sientes. O no. Me da igual. La absenta me lo dirá, pero después.
Puedo trastocar la realidad a mi antojo y verlo todo de color de rosa. En un momento. Un puto instante me basta. Pero he de pararme a pensar... o quizá no. Luego lo pienso. O no, mejor no pienso nada. Ya me he dado cuenta de que mi mente trastornada y trastocadora de realidades es el peor de mis enemigos; el tuyo, y el del móvil, y el del infinity, y el del alcohol, y el de los comas etílicos. Ya lo pensaré luego, mañana, pasado, o en mi lecho de muerte.