viernes, 19 de noviembre de 2010

La pecera.


Una gran cúpula, una esfera, vida fuera, vida dentro. Ínfima ante la inmensidad del universo, colocada cerca de una gran luz, mitad en penumbra. Cae agua desde arriba, nubes, tormentas, estrellas. Cada día somos más, y menos, el que sale siempre vuelve, y nunca llega nadie. Muchos enanos, todos coloridos, danzando aquí y allá, poblándolo todo. Diversidad de tamaño, forma, estúpidos mortales intrascendentes y frágiles. Día a día necesitan más y más, nada es suficiente, lo están cambiando todo.
Haciéndose preguntas.
De dónde viene todo esto, quién, qué, o cuando, qué más podemos crear.

Todo esto no es más que una pecera, mascotas, chuchos, pesudo-peces de colores que se reproducen continuamente. Han empezado a llorar cuando algunos desaparecen, han intentado escapar. Cuando lo consiguen, regresan.
El puro entretenimiento de algo más grande, postrado en una sala de estar con una pecera redonda al lado de su bonita lámpara. Eso es Dios, la vida, y tu existencia.

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