Siento que todos estos pensamientos desdibujados pretenden crear el ambiente de una traición. Ni siquiera los controlo, no los conozco, no llego a sentirlos. Puedo ver su sombra cuando vago por las calles de mi mente, desaparece en cada esquina en el mismo momento en que la percibo, y cuando más oscura es la noche, más tiempo me dirige la mirada, por unos segundos, me mira a los ojos... y pretende decirme una verdad, la verdad.
Y yo cada noche espero huir de ella, me echo atrás. Intento bajar la mirada, negar, huir, escapar, correr, lejos, muy lejos. Pero parece que ha llegado el momento en el que no hay más salida que la que no exige dar marcha atrás. Esa que exige valor, y no echarse a correr como la gilipollas del pasado. Esa verdad no tiene que asustarte, no tiene que cambiar mis ideas, sólo debo saberla, aceptarla.
Y ya lo he hecho.
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